Los planes de desarrollo humano deben tener un enfoque regional: construir desde las provincias y contemplando las particularidades y necesidades de cada región.

La pobreza tiene que ser entendida y abordada de manera multidimensional: no solo desde los niveles de ingresos, también desde el acceso a la educación, salud, trabajo y hábitat.
El Estado debe volver a tomar la dirección de la política social de manera directa. Sin intermediación y estando cerca de las personas. Los planes sociales deben ser temporales y con impacto en la trayectoria laboral de los beneficiarios.
Se deben diseñar ciudades más inclusivas desde las políticas públicas. Ciudades donde todas las personas estén incluidas, puedan desarrollarse y acceder a condiciones de un hábitat digno.
Es necesario transformar rápidamente los programas sociales. Reduciendo la superposición, logrando coherencia y universalidad. Y poner en marcha una revolución educativa coordinada con programas probados de primera infancia adaptados a cada realidad local.
Entendemos que existe un correlato claro entre instituciones sanas y desarrollo humano. Por eso el trabajo en la mejora de la calidad y respeto por las instituciones es fundamental.